lunes, noviembre 27, 2006

Soledades

En ocasiones la soledad nos alimenta de silencio y es un delicioso plato que se acompaña con carmenere, pero en otras nos seduce, y termina enterrándonos el descorchador en el cuello.

Amaneciendo

¿Y ves?
Te quedaste vagabunda,
sola,
como la noche que antecede
a la bruma que no existe,
sola,
como las piedras mudas
que dejan sus escritos
en el pasto que amanece
sola,
oliendo el silencio.

Agua en el agua.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué extraordinario poema. De tus tristezas salen los mejores versos.
Te admiro mucho, eres una gran mujer, de grandes fortalezas y que llegarás muy lejos con tu poesía.

Anónimo dijo...

No digas que estás sola, mi querido amor, yo estoy, aunque sea encima de estas páginas.

Anónimo dijo...

Esta poesía me caló los huesos y hasta unos lagrimones se me cayeron.
¡¡Grande Ana María!!

Anónimo dijo...

Es la primera vez que entro a vuestro blog y está guay. Te descubrí en los links de Rebeca Yanke en España y como todo lo que ella recomienda, eres un acierto.

Anónimo dijo...

Gracias a ti también Jaime, me alagas.
Todavía hay mucha poesía por mostrar y palabras que no se parecerán a las tuyas...

Anónimo dijo...

Bievenidos los lectores de Rebeca y que viva la belleza de la poesía...