En ocasiones la soledad nos alimenta de silencio y es un delicioso plato que se acompaña con carmenere, pero en otras nos seduce, y termina enterrándonos el descorchador en el cuello.
Amaneciendo
¿Y ves?
Te quedaste vagabunda,
sola,
como la noche que antecede
a la bruma que no existe,
sola,
como las piedras mudas
que dejan sus escritos
en el pasto que amanece
sola,
oliendo el silencio.
Agua en el agua.
6 comentarios:
Qué extraordinario poema. De tus tristezas salen los mejores versos.
Te admiro mucho, eres una gran mujer, de grandes fortalezas y que llegarás muy lejos con tu poesía.
No digas que estás sola, mi querido amor, yo estoy, aunque sea encima de estas páginas.
Esta poesía me caló los huesos y hasta unos lagrimones se me cayeron.
¡¡Grande Ana María!!
Es la primera vez que entro a vuestro blog y está guay. Te descubrí en los links de Rebeca Yanke en España y como todo lo que ella recomienda, eres un acierto.
Gracias a ti también Jaime, me alagas.
Todavía hay mucha poesía por mostrar y palabras que no se parecerán a las tuyas...
Bievenidos los lectores de Rebeca y que viva la belleza de la poesía...
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