
Era tan verano cuando le conocí que no percibí que el calor que me encendía el cuerpo, esa mañana, provenía de sus ojos. Nunca nadie antes me vió como él y nunca a nadie antes ví como a él. Allí comenzó la palabra todo.
No me reconocen
mis zapatos de tacón
descalzos por la acera
ni el brillo labial
serpenteando mis muecas.
No me reconozco.
Soy la desconocida,
porque decidí
no esconderte más
detrás del espejo.