
No veo como termina la noche y llega amaneciendo el puto recuerdo que no me deja dormir. Fumo y con el humo las palabras se tropiezan, ciegas, de tanto manosearse, ni la luz de la poesía las calma, ni tampoco la poeta que lava sus manos para quitarse el olor a muerte que trae desde siempre. El hueco mundano del olvido, es la mismísima oscuridad, los gusanos carcomen el habano de la perra vida, y ni siquiera me duele. Podrías intentar enterrarme tu cuchillo, cómo sabes si sangro un poco, o si al menos te ganas un alarido y acabas de cerciorarte, por fin, que de una vez por todas me largo de esta página y no sigo escribiendo tanta huevada, mándame una sola estocada que me tire al suelo y que no me levante más, y así, con el rostro enterrado en la miseria, no pueda volver a mirar entre las sombras como te tiras a otra que no soy yo. No debería ya importarme, si ciega termino mis días, si enlodé mis ojos con el barro de la última lluvia, y me quedo tierra y agua hasta que regrese mi otra. Dudo que sepas de qué mierda estoy hablando... cómo si fuera una novedad. La mariconada que me hiciste no te lo permite y tampoco tu podrida conciencia, por eso te echo groseramente a la basura junto con todo lo mediocre que tengo y que por suerte no editaré jamás.