lunes, enero 29, 2007

Despedida


Un día dije que el dolor no se escribe cuando el cuerpo se me partió en tres, por tres grandes penas que había tenido. Hoy leo estas palabras, ciertamente, partida en cuatro, para explicar lo que significa para mí y mis hermanos esta pérdida que acorrala los sentidos. Es tan difícil despedirla y decir, simplemente, que ya no la tenemos. Nunca más verla, oírla, abrazarla, besarla, nunca más, nunca más. Y eso rebana el alma.
Pero, es su espíritu el que me permite hablar en estos momentos, con entereza, e invitarlos a que me acompañen en este viaje poético que haré por su vida llena de abnegaciones.
Cito:

"La estación de ferrocarriles nos espera suban y acomoden sus asientos. Lentamente escuchen los rieles y miren las ventanas que mueven calmo el paisaje, algo siempre nos aguarda después una partida."

Estación Uno (día 15 de junio de 1975, hora 5:15)

Está amaneciendo
y la escarlatina afiebra el dormitorio.
Rezos silenciosos se arrodillan a la frente
Y un paño húmedo con sus madres lágrimas
descuelgan el termómetro.



Estación Dos (día 04 de julio de 1984, hora 15:30)

Su delantal roído
está empapado de cansancio.
Lava ropa ajena en una casa ajena.
El frío le quebraja las manos
pero el invierno se queda asoleado
porque a la cota de su cintura
un hijo le pide un beso.

Estación Tres (día 26 de enero de 2007, hora 22:10)

El tren se detuvo
entre un padrenuestro
y tres avemarías.
Su respiro inmolado
se quedó prendido
en el último carro
que viajamos con ella.


Para terminar, sólo me queda decir: "que nos deja un vacío que ni el mismo vacío puede igualar".
Mamá ve con Dios.



Palabras de despedida tras la muerte de mamá.

lunes, enero 15, 2007

Entre barbas



Era día sábado cuando caminando entre bostezos por la universidad, se me acercó un chico de no más de veinte años, me dijo que lo disculpara, pero que quería saber si era yo, la poeta de sus incertidumbres. Interrumpida por la interrogante, me detuve para contestarle, entonces sacó de una carpeta, en la que llevaba también partituras -que claramente me decía que estaba frente a un músico- un papel algo ajado de color azul desteñido. Ahí comenzó a relatarme cómo había llegado a sus manos aquella hoja, donde aparecían impresos dos poemas míos, y que inefablemente le habían tatuado.
Me miró fijamente y me preguntó inquieto:
- ¿Me ves?
- ¡Qué cosa! - le respondí sorprendida, sin saber a lo que se refería.
- Mira mi rostro - dijo tocándose con una mano la barba de unas dos semanas.
Luego, agregó:
- Me la he vuelto a dejar, para intentar recuperar a la mujer que me quita la vida, pero todo ha sido en vano.
De mis ojos aparecieron dos gruesas lágrimas y suavemente preguntó:
- ¿Por qué lloras?
- Es muy simple - le dije - la nostalgia se me hace agua en la piel.
Frente a frente nos quedamos, él con su historia y yo con la mía, sólo que a la inversa.
Con los ojos comencé a decirle cuánto lo entendía, porque yo había escrito el poema, que ahora les regalo, ciertamente tan afligida como él, sintiendo que el amor se puede recuperar con un gesto poético, como ese, pero a veces, cuando hemos expulsado a alguien especial y único, lejos del cuerpo, no siempre las barbas nos devuelven lo que fue nuestro.


Huída

Ha huido
el espacio
la ausencia
y el silencio que hicimos
se escapa entre las hojas
de una máquina de afeitar.


“Una palabra del cielo”
Cinco mil poemas arrojados desde un avión.
Inauguración XIII Feria del Libro de Talca y la Región del Maule
Octubre 2006.-

lunes, enero 08, 2007

Lo que puede provocar una mano




La semana pasada mientras él conducía, su mano me contuvo los segundos que guardo entre mis dedos. A kilómetros quisimos hacer, no sé qué del amor.

Cuando esa mano tuya

se pone sobre la mía
los silencios ya no quieren callar.

¿Escuchas?
Mis palabras laten
como tu deseo
bajo mi cuerpo.

Es tan frágil el silencio
que ni el mismo deseo
puede hacerlo callar.

martes, enero 02, 2007

A propósito de cien días



La mitad de nuestra vida trascurre de noche y hay quien piensa que es la mejor mitad, supongo porque la noche debilita los corazones, no lo sé, el caso es que aquella noche éramos varias soledades buscándonos. Hay quien dice que la buena gente duerme mejor que la mala gente, lo que pasa es que la mala gente se lo pasa bastante mejor cuando está despierta y por eso en aquel garito se lo estaban pasando tan bien, aunque no estoy muy seguro, porque a veces los peores antros, a las peores horas, están llenos de la mejor gente y yo creo que así era, porque allí estaba ella, al final de la barra, jodida y radiante... yo me enamoré...¿quién no se ha enamorado al pie de la barra?. El caso es, que bueno, traté de raptarla pero fue muy difícil. Lope de Vega dice que “el amor tiene fácil la entrada y difícil la salida” y a aquel garito debía ocurrirle algo parecido, porque aquella mujer llevaba muchas noches encerrada en aquel bar y muchos más días, cien días.

Ismael Serrano
Introducción a la canción “Cien días”
Principio de Incertidumbre (CD 1)


Le encontré

próximo a las lluvias
debajo de una corbata
con olor a licor añejo.

Por aquel entonces
sus besos estaban oxidados
en el trago capturado
de un bar sin visitar.

Yo le emborraché
la boca, la lengua y la garganta
y él me levantó la carne
cada vez que me tocó
y así nos quitamos los nudos
que todavía ebrios
nos dejamos deshacer.

No le busqué, lo juro,
sólo emergió de las aguas
para empaparme
en la barra abstemia
que espera intemperante
mojarle su traje azul.

Ana María V.