jueves, diciembre 28, 2006

Ciega



No veo como termina la noche y llega amaneciendo el puto recuerdo que no me deja dormir. Fumo y con el humo las palabras se tropiezan, ciegas, de tanto manosearse, ni la luz de la poesía las calma, ni tampoco la poeta que lava sus manos para quitarse el olor a muerte que trae desde siempre. El hueco mundano del olvido, es la mismísima oscuridad, los gusanos carcomen el habano de la perra vida, y ni siquiera me duele. Podrías intentar enterrarme tu cuchillo, cómo sabes si sangro un poco, o si al menos te ganas un alarido y acabas de cerciorarte, por fin, que de una vez por todas me largo de esta página y no sigo escribiendo tanta huevada, mándame una sola estocada que me tire al suelo y que no me levante más, y así, con el rostro enterrado en la miseria, no pueda volver a mirar entre las sombras como te tiras a otra que no soy yo. No debería ya importarme, si ciega termino mis días, si enlodé mis ojos con el barro de la última lluvia, y me quedo tierra y agua hasta que regrese mi otra. Dudo que sepas de qué mierda estoy hablando... cómo si fuera una novedad. La mariconada que me hiciste no te lo permite y tampoco tu podrida conciencia, por eso te echo groseramente a la basura junto con todo lo mediocre que tengo y que por suerte no editaré jamás.

jueves, diciembre 21, 2006

Sorda

He ensordecido para no escuchar que me dices nada y que tus verbos son, extrañamente, los que no tienen pretéritos. Esta mañana la Bethania ya no canta “...tú, que no me dices más las cosas que preciso oir...” Me quedo a solas con el silencio, desvanecida, arruinada y dejo que las palabras sean las que se descontrolen, las que golpeen y las digan, que te olvido en cada trozo divulgado en esta prosa y que podré reconstruirme pena a pena con manos ajenas. Qué importa si ya no hablo, qué importa si ya no oigo, si así vuelvo a ser hembra y a deshacerme por un tanto de amor entre otras sábanas. No me leas, a fin de cuentas, siempre escribo tantas estupideces y tú sabes mejor lo que quiero decir, y es que, todavía sigo vagabundeando por esta ciudad de mierda, pensando como idiota que el puto otoño sigue ahí, y certeramente, hace tiempo que se fue.

lunes, diciembre 11, 2006

Muda

Varios días han pasado en que las palabras se quedaron mudas, yo me quedé muda. Es tan frágil mi lengua que siempre me duele, así como escribir que ya no te espero y me lo repito mil veces para no volver a escuchármelo... sé que no te importa, que nada de mi te importa, que viva o que muera, es lo mismo, a fin de cuentas, ya he estado muerta otras veces y nunca te interesó. Callar es lo mejor que hago, tú lo sabes, aunque el silencio me desangre y el charco me rodee con todo lo que no te he dicho, porque mi lengua, esa que te lamió, si, la misma que casi te tragaste, comenzó a fisurarse con la hoja que te cortó y a la vez me asesinó, sin dejar que conocieras a la otra, la otra, la que nunca ha escrito.

Agua en el agua.

lunes, diciembre 04, 2006

Sangrando de la herida

Esto no es un poema, porque hoy no puedo escribir poemas... tengo el cuerpo cansado, el de adentro y el de afuera.
La sangre me brota y no hay nadie que pueda lamer mi herida.

Segundo

Te necesito, le dije
sin pronunciarlo
y no recuerdo
si me tocó con sus ojos
de agua
para devolverme
lo que era mío.
No sé qué espero
después de unas gotas de piel
y de su barba trémulamente
creciendo,
quizás sólo un medio beso
en desconcierto
que cauterice mi yugular.

Agua en el agua.